Cuando todo huele a podrido

“He descubierto que la base de nuestra vida moral está completamente podrida, que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira” (Doctor Stockman [Henrik Ibsen, Un Enemigo del pueblo, 1882).

La corrupción es connatural al poder; y no sólo al capitalismo. Tanto los regímenes comunistas como los mercadocráticos tienen una larga experiencia en ello. Auparse, contemplar al pueblo desde las alturas, es suficiente para que el águila se convierta en buitre. ¿Y cómo no, cuando la vida y la hacienda de todos es gestionada por unas pocas manos? Todo sistema de delegación engendra corrupción. Es axiomático.

Coloca en una poltrona al alma más cándida, a la humanidad más perfeccionada, al trabajador más humilde y no pasará más que lo que ya nos advirtió Bakunin:

“En cuanto se conviertan en gobernantes o representantesdel pueblo cesarán de ser trabajadores y consideraránel mundo trabajador desde su altura estatista; norepresentarán ya desde entonces al pueblo, sino a sí mismos y asus pretensiones de querer gobernar al pueblo. El que quieradudar de ello no sabe nada de la naturaleza humana”.

Ojalá hubieran escuchado al viejo ruso algunos de los ingenuos compañeros cenetistas que el 36 creyeron que se podía jugar indemnemente a la política. Todo lo que ésta toca se ensucia y se mancha; por siempre.

La corrupción actual ha llegado a unos niveles de descaro y exhibicionismo tan acusados que la gente se siente hoy sorprendida por estar gobernada por una banda de ladrones. Queridos lectores: ladrones es tan sólo lo que por ahora sabemos de ellos, y quizás esa sea su mejor cara.

Lo que ahora nos alarma no es más que haber descubierto una picadura dentro de una boca podrida, sanguinolenta y desdentada. Hemos tardado en comprender una cosa: la corrupción no es más que el lubricante de la democracia representativa.

La Restauración Borbónica de finales de los 70 (sí, reconozco que Transición y Democracia suenan bien como eufemismos) no supuso más que una sustitución de jugadores,dentro de un mismo equipo, para no perder terreno ante las desestabilizadoras expectativas populares. Lo lograron, y desde entonces llevamos 40 años asistiendo a una tediosa prórroga.

Sería absurdo ir repitiendo todos los casos de corrupción que se han producido desde entonces; los nombres de Naseiro y Filesa bailan con otros cuarenta como si fueran borrachos sujetos a una farola a los que nadie interrumpe, por muy molestos que sean, porque son hijos o amigos del alcalde del pueblo.

Quizás en tiempos de crisis menos selectiva (el Capitalismo sólo subsiste a través de la Crisis, pero ésta sólo se identifica como problema cuando es generalizada y entre sus damnificados se incluyen a las clases medias) podía consentirse que los de arribaran robaran. La auntoconsiderada clase media, venida a más, podía pensar, tranquilamente, que había tanto que por qué los gestores iban a abstenerse de rebañar algunos dividendos. Ahora se ha roto la ficción: la clase media ha pasado a ser pobre; los pobres, indigentes; y sólo los que nunca tuvieron nada y los que siempre lo tuvieron todo conservan su estatus. Cuando hay hambre y miseria, frío y frustración, es cuando meter la mano en la caja se empieza a considerar intolerable.

El gobierno Rajoy, en circunstancias normales, debería caer desde ya, sin necesidad de que Bárcenas consumara del todo su venganza. Pero para el pueblo esto no supondría más que soportar un nuevo ejecutivo del PP o en breve otro del PSOE (o de cualquiera de sus marcas blancas).

Sólo el nivel de conciencia popular, el cabreo, el priorizar con toda lógica las cuestiones de estómago, podría invertir las tornas. Si la gente deja de percibir el asunto como una cuestión puramente política, y empieza a interpretarlo en clave estructural, sistemática, económica, podría profundizarse en esa interesante línea que muchos, desde hace un par de años, y a pesar de la fuerte labor represiva y desmovilizadora (la policía hace su parte, y los colectivos y organizaciones políticas pro-parlamentarias otro tanto), han iniciado. Para ello sería importante empezar a sacudirse a los “bomberos”e ignorar esa sarta de “recomendaciones” que nos obligan a respetar el “orden”, cuando éste no es más que caos regulado y administrado; la “paz social”, cuando ésta es realmente un holocausto mudo, una guerra civil en la que sólo uno de los bandos sabe que está participando.

No obstante, el gobierno tiene ya diseñada su estrategia por si esto ocurriera. En los años 90 del siglo XIX se desató el llamado Escándalo de Panamá en Francia. Toda la administración francesa, políticos y empresarios, se habíanenriquecidocon los desfalcos producidos en la construcción del Canal de Panamá (quizás el primer, en importancia, timo piramidal de la historia. También entonces, como hoy, se compró el silencio o los aplausos de muchos periodistas). El gobierno francés se aprovechó entonces de la tremenda tensión social imperante y gracias a la eclosión de una serie de atentados producidos por anarquistas pudo distraer la atención. En la misma línea, hoy el gobierno del PP debe de estar lamentando profundamente la desaparición de ETA y no contar con alguien para poder engañar al público y hacerle jugar al trile. ¿Están quizás por eso últimamente tan interesados en nosotros los Anarquistas? Seguramente.

Sin embargo, la forma de contrarrestar esto es pretérita (aunque todavía estamos a tiempo). Supone haber trabajado insistentemente en los intereses e inquietudes del pueblo. Si los detenidos y represaliados por el Estado en huelgas y manifestaciones te han tenido a ti, compañero anarquista, a su lado; si los que iban a perder su techo han podido contar contigo para impedirlo o para ayudarles a reclamar otro; si los que sufren hambre han llorado y compartido contigo, y te han visto como un hermano y no como a un extraño; entonces,aunque sobre nosotros llueva mierda muchos (los únicos que nos interesan: los desposeídos) nos verán limpios, sin mancha. La propaganda, aunque el Estado no lo crea, tiene sus límites.

Quizás sea un momento irrepetible, dentro de su tragedia, aprovechable. Quizás para algunos signifique la caída de la última máscara. De estos momentos de descomposición sistémica algunos podrán sacar material para rellenar columnas, vender libros y periódicos, dar charlas, etc. Al pueblo sólo le queda hacer la Revolución. Aunque sea, intentarlo.

Mañana es 19 de Julio. En el 36 fue el pueblo contra los militares. Hoy nos toca contra los políticos y banqueros.

Ruymán F. Rodríguez

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario